“Aventuras de un niño de la calle”

Por: Alonso Clavo Cabrera – 1º A

Era un niño llamado Joaquín, que mendigaba por las calles junto a su amigo Armando, pidiendo dinero y comida.

Ellos siempre se las arreglaban para poder dormir, ya que Joaquín era muy astuto y muy perspicaz, y elegía lugares cómodos y apropiados para descansar tranquilamente.

Un día ellos estaban caminando por la oscura y desolada noche, cuando de pronto el sueño les gañó y decidieron descansar en la entrada de una casa, en donde se quedaron profundamente dormidos.

Al día siguiente una niña los observaba detenidamente, la cual parecía ser la que vivía en la casa en la que Joaquín y Armando se habían quedado a dormir. La niña se compadeció de ellos y les trajo comida muy apresuradamente. Ellos recibieron muy agradecidamente la comida y pronto la niña llamó a su madre.

La niña le dijo a su madre que si podía conseguirles trabajo, y la señora aceptó. Pronto los gamines comenzaron a trabajar, pero extrañaban la calle, entonces después de unos días, Armando junto a Joaquín decidieron dejar de trabajar y recibir el dinero que les correspondía.

Luego se fueron a pasear por la calle para contemplar la noche oscura y fría. Poco después, Joaquín divisó una cantina y decidió ir allá. Joaquín llamo a la mesera y esta vino muy precipitadamente, el gamín pidió una cerveza y la mesera al ver la actitud de Joaquín, esta se sorprendió, pero sin embargo la mesera no le dio importancia y le trajo l a bebida alcohólica.

Joaquín le invitó a Armando un poco de cerveza y este la tomaba con dificultad. Al terminar de beber, Joaquín y Armando estaban mareados y caminaban por la calle muy dificultosamente. De pronto un carro atropelló a Armando y Joaquín lo ayudó, el conductor se fue a la fuga, pero les dejó un dinero para que pagaran al hospital. Pronto llamaron a una ambulancia y el enfermero le dijo a Joaquín que no podía ir.

Luego Joaquín caminó hasta un césped que estaba cerca y se durmió, apoyándose en un árbol frondoso. Al día siguiente escuchó un disparo y se aventuró a ver lo que pasaba. El señor que estaba herido le dijo a Joaquín que lo ayudara a llevarlo a su casa. Al llegar Joaquín se despidió, pero Aurelio le dijo que se quedara. Aurelio se aprovechó de Joaquín y lo mandó a que robara junto con un señor llamado Cardozo.

Joaquín estaba muy asustado y muy desconcertado, y quería ir a ver a su amigo, pero no podía escaparse. Un día se le presentó a Joaquín una oportunidad de escapar y la aprovechó. Él llegó a una ciudad en donde se sintió protegido ante cualquier peligro. Al día siguiente él se levantó y se fue al hospital en donde supuestamente se encontraba Joaquín, pero no le dieron ninguna información. El hambre mataba a Joaquín e hizo que se cogiera unos mojicones, lo cual alteró a una señora. El policía atrapó a Joaquín y lo llevó a la comandancia, en donde lo metieron preso. Joaquín lloraba muy tristemente y se lamentaba. En la cárcel pasó unos días y después lo dejaron en libertad.

Joaquín se alejó lo más lejos que pudo y llegó a la ciudad en donde compartía experiencias con Armando, lo cual lo hizo llorar. Luego de experimentar tantas aventuras, Joaquín se puso a descansar y de repente encuentra a su amigo Armando. Ellos se abrazaron y contaron todo lo que les pasó en el transcurso de esos días.

Como era de noche, ellos decidieron dormir, para mañana seguir experimentando nuevas aventuras. Al día siguiente, Joaquín y Armando se levantaron muy temprano y caminaron por la gran ciudad. De pronto una señora muy amable les invitó a almorzar y ellos aceptaron.

Pronto llegaron a una bella casa, la cual parecía acogedora. Ellos entraron y encontraron a varios niños que esperaban ansiosos el almuerzo. La señora los mandó a bañarse y después de varios minutos, la apariencia de los dos gamines había cambiado.

Al principio se divirtieron mucho, pero después empezaron a impacientarse, ya que se sentían aprisionados.

Luego decidieron escaparse de la casona e ir a la calle a divertirse como ellos siempre solían hacer continuamente. Sólo el presente les interesaba y la libertad a la que estaban acostumbrados.